Finalmente, comprobamos, discutiendo con unos y otros, que las contradicciones aparentes (entre el desarrollo de la economía y el medioambiente) son difíciles de gestionar.
Cuanto más concientes son de ello los pueblos, más difícil parece la acción pública.
Hay una razón para eso: el asunto está demasiado encerrado. Cada cual funciona "en contenedores": tenemos por un lado, las carreteras, por otro lado, el tren, y aún por otro lado, el medioambiente.
Con la creación de este Ministerio de la Ecología, del Desarrollo y de la Ordenación Sostenibles, Francia ha querido liberar completamente liberar esas claves. Hoy, soy al mismo tiempo el Ministro de las carreteras, del ferrocarril, de la ecología, de la ordenación del territorio, de la vivienda. ¿Por qué? Pues porque nos hemos dado cuenta de que si queremos luchar contra el recalentamiento climático, no podemos hablar de la carretera, sin hablar de ferrocarril, de la ordenación del territorio, de la construcción...
Hemos lanzado también una gran conferencia de partes implicadas donde, por primera vez, todos los actores del desarrollo sostenible están sentados alrededor de la misma mesa y se hablan. Nada se consigue si todo el mundo no trabaja junto.
Es por eso, que para mí, la carretera, no es un elemento aislado, sino un medio de comunicación entre otros dos; un guión entre dos otras formas de desplazarse.
Pero la carretera es también una formidable utensilio tecnológico para luchar contra el calentamiento climático y más globalmente contra las molestias.
Pienso inicialmente en dos proyectos franceses premiados por la AIPCR:
El primero permite remplazar en los asfaltos los ligantes bituminoso por ligantes vegetales. Esto conduce a sustituir el petróleo pro recursos renovables con resultados absolutamente idénticos en términos de duración y resistencia.
El segundo permite fabricar asfaltos que pueden ser extendidos a una temperatura de 120 a 140 grados en vez de 180 grados. Quiere decir menos energía para extenderlos y por lo tanto menos emisiones de gas a efecto invernadero.
Pero la tecnología permite ir todavía más lejos. Pienso por ejemplo en un proyecto experimental totalmente revolucionario donde el asfalto combate directamente la contaminación: firmes compuestos de óxidos de titanio que permiten destruir los óxidos de nitrato apuntando a la raíz misma de las emisiones contaminantes.
Remarco sobre este asunto que Francia tiene en el campo del mantenimiento, de la ingeniería civil, de la construcción de puentes, de aeropuertos, una maestría reconocida en el mundo entero. Incluso si tenemos puntos débiles, particularmente en las PME (Pequeñas y medianas empresas), estamos muy avanzados en la gestión de sistemas complejos. Por tanto también he venido a decirles que si tienen proyectos de inversión, pueden contar conmigo para movilizar a todas las empresas francesas con el fin de ponerlas a su servicio.
Estoy incluso dispuesto a organizar una reunión internacional con los más altos representantes de la maestría técnica para que sus proyectos lleguen a buen puerto.
Como conclusión, estas reflexiones son para mí un verdadero motivo de satisfacción y de esperanza. En el momento en el que el mundo celebra los 20 años del Protocolo de Montreal, creo más que nunca que somos capaces de invertir sosteniblemente la tendencia. Este Congreso es la prueba: tenemos las tecnologías para hacerlo, las inteligencias para hacerlo. El paso al acto es una cuestión de voluntad política.